Seguidores

sábado, 9 de febrero de 2013

No sé por qué.

No sé por qué esta insana tendencia a la autodestrucción más corrosiva.
No me explico de quién habremos aprendido esta horrible manía de no ser felices.


En todos los océanos el mismo naufragio. En todas las coordenadas de tu vacío, en todos los horizontes rotos, en todas partes encuentras el mismo escenario que se cae a pedazos.

En todos los espacios y en todos los tiempos ves los mismos objetos guionizados, los mismos personajes chillones o mudos, las mismas esquelas de todos aquellos que un día defendieron una causa noble. En todos nuestros hogares estériles está la mancha de la esperanza, la ceniza del fracaso. En todas las pestañas escala el mismo sueño absurdo.

¿Y de qué sirve, entonces, nuestra historia?
¿Quiénes serán los encargados, un buen día, de bajarnos los párpados y de rezarle en silencio a la irrelevancia de nuestros restos?