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lunes, 24 de junio de 2013

Un poco de optimismo de lunes

Míralo, no es más que un niño llorando. Otro.

Le acaban de confesar que la vida es, en realidad, una estafa. Que no hay luz al final del túnel, que no hay salida al fondo del pozo mugriento en el que seguimos cavando día tras día. 

Aun así, nosotros continuamos, como si ignorásemos todas esas evidencias implacables: como si ignorásemos que nuestras vidas no importan, nuestros sueños no son nada y nuestras historias serán pasto del olvido más inminente. Continuamos, con la ingenuidad colgando de nuestras cenizas; esperanzados en encontrar los pedazos perdidos de nosotros mismos, confiados en que, en el último momento, hallaremos una salvación escondida en algún lugar de nuestra conciencia devastada.

Todo es mentira, claro. Nacerás, crecerás y el mundo se empeñará en crearte grandes expectativas sobre ti mismo; que si llegarás lejos, que si serás grande, que si quieres puedes. Te alimentarás de esperanzas estériles que, al poco tiempo, no te conducirán más que a una ineludible sensación de fracaso. Tanta sed de éxito, tantas aspiraciones absurdas, se transformarán en la ansiedad y el cansancio de ir derrota tras derrota.

Porque dicen, sobre todo en infames libros de autoayuda, que la vida es maravillosa para los que saben cómo tratarla y entenderla. Que todo es una cuestión de actitud. Que el tiempo pone a cada uno en su sitio y, en fin, toda esa mierda.
Pero no, nunca es verdad.
Las mejores personas que conozco, por una razón u otra, han estado siempre jodidas. ¿Y lo peor? Lo peor es que encima han tenido que escuchar permanentemente ese maldito eslogan de "Sé el cambio que quieres ver en el mundo". Pues oigan, no. Ya es bastante complicado reunir fuerzas para sobrevivir y dar pasos al frente sin caer en la tentación de pegarle fuego al universo.



¿Y tú? ¿Recuerdas aquella profesora que te repetía incesantemente que tenías talento y que te aguardaba un futuro brillante? Pues bien, ahora está muerta y sus palabras son mentira.