Seguidores

domingo, 8 de septiembre de 2013

Feliz cumpleaños

Me sienta fatal darle la bienvenida a un año más. Porque no, no es que crezcas y se cierre una etapa, ni que se abra otra nueva que se debate entre la esperanza y la desolación; no, no es que hayas concluido un episodio desalentador y estés avanzando entre horizontes más prometedores; simplemente sigues caminando en el mismo páramo grisáceo: simplemente sigues arrastrándote bajo el mismo el cielo y sobre los mismos escombros. 

La única diferencia es que eres menos adolescente, has visto y olvidado más caras, has escuchado más mentiras, has atravesado más infiernos, has esquivado más balas, has desechado más cosmovisiones infecundas, has tenido más sueños rotos en las manos, has cometido más errores y te has arrepentido de no haber cometido tantos otros.
No obstante, cada gramo de experiencia no te ha hecho mejor persona, únicamente te ha vuelto más insensible y más consciente de tu propia ignorancia. No consuela saberse joven.  Haces balance y no has avanzado hacia ningún sitio: has caminado sin más, en busca de algo que no existe y huyendo de algo que probablemente tampoco. 

Y así la vida pasa, y así te quedas poco a poco sin fuerzas, poco a poco sin fe, poco a poco sin motivos, poco a poco sin tiempo. Empiezas a albergar cada vez más palabras y menos sensaciones indescriptibles, y claro, qué puede haber más triste que perder los significados; qué puede haber peor que sentirse al margen de todas las cumbres y de todos los abismos. Es entonces cuando empiezas a pensar demasiado, sin motivo y sin resultados concluyentes, y a sentir sólo de vez en cuando. Compruebas, impasible, cómo se te acaba el tiempo.

Entretanto, las personas aparecen, saludan tímidamente, se cruzan o se chocan en tu camino y desaparecen sin decir adiós; ya nadie decide joderte los planes, nadie se atreve a poner tu mundo del revés para después largarse. Y al final sólo queda el vacío agridulce, y seguir caminando sin compañero y sin rumbo, y continuar aullando en silencio, y prometerte a ti mismo que algún día comprenderás todo este sinsentido; sí, algún día cuando ya no quede tiempo.